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Democracia y Estado de Derecho.

Democracia y Estado de Derecho.

– Javier Corral Jurado

En un ambiente tan enrarecido para la plena vigencia del Estado de Derecho, en donde la democracia se está confundiendo con la tolerancia a la ilegalidad y la connivencia con francos atropellos a la seguridad jurídica de las personas y de sus bienes, es fundamental la presencia cada vez más vigorosa y autónoma de un Poder Judicial de la Federación, dispuesto a dar una debida orientación a la alternancia política que vivimos, y evitar que en esta etapa triunfen sobre la legitimidad de nuestras instituciones los intereses de los poderosos.

El papel de árbitro de nuestra transición que muchos le reconocen por ejemplo a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es de la mayor importancia, precisamente porque ante las múltiples presiones y cruzamiento de intereses particulares y de grupo que están predominando en los poderes Ejecutivo y Legislativo, la expectativa sobre el trabajo de nuestros jueces, magistrados y ministros es inmensa.

Si nuestra democracia no logra consolidar la vigencia de la Ley, y someter a las potestades constitucionales a todo poder, estamos ante el peligro de una regresión autoritaria insospechable y un envilecimiento de nuestras instituciones. Sería echar por la borda lo que con tanto esfuerzo y sacrificio se logró en los últimos años.

De ahí entonces que, la elección de Mariano Azuela Guitrón, como Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para los próximos cuatro años, es una esperanza para México entero. Se trata del ministro con mayor experiencia en nuestro máximo tribunal y, sin duda, uno de los de mayor prestigio. Por su formación, por su consistencia en las diferentes sentencias que ha apoyado, en las que ha puesto a consideración del pleno y desde luego, en sus votos particulares, Azuela es una figura en la que vale la pena poner atención. De hecho es el más antiguo de los que forman parte de ese órgano colegiado, pues es el Ministro que forma parte del pleno de la SCJN desde 1983, en que fue adscrito a la tercera sala, y el único que fue ratificado por el Senado en 1995 para desempeñar ese cargo hasta 2009. Nada menos y nada más que el Ministro de la Corte que, primero Dios, puede desempeñar el más largo periodo en esa institución de toda nuestra historia, casi veinte años.

No es desde luego el Presidente de la Corte el titular del Poder Judicial, tampoco su cabeza, sino su representante y obviamente su administrador en turno, pero nadie podrá negar que el liderazgo moral y ético que desarrolla ese responsable en turno es acicate, ejemplo, motivación o dique para que el resto del cuerpo de jueces y magistrados, defensores e investigadores de ese ámbito, tengan una clara referencia de la conducta a seguir.

El discurso con el que Azuela Guitrón asumió la representación del Pleno de la Corte, no tiene desperdicio y en él se delinea con toda claridad su perfil y compromiso con el derecho. De ahí un párrafo: “El fin esencial del Poder Judicial de la Federación puede expresarse en una sencilla formula: tramitar y resolver “pronto y bien” los asuntos de competencia. A ella debe añadirse el que deriva de la naturaleza de todo centro de trabajo en el que lo fundamental son los seres humanos que suman sus esfuerzos para realizar sus finalidades”.

Piensa Mariano Azuela que: ” lo esencial radica en fortalecer la unidad del cuerpo colegiado, en reafirmar su autonomía e independencia a través de la autonomía e independencia de cada uno; en velar celosamente por la supremacía constitucional, sometiéndose primeramente a ella y en tratar de salvaguardar los valores de justicia, seguridad jurídica y bien común, de acuerdo con el derecho aplicable y las constancias de cada expediente”.

Generalizar esta práctica seguramente contribuirá a que el Poder Judicial de la Federación corresponda, cada vez con mayor fidelidad, a lo que aspiran todos los mexicanos.