Written by Rotafolio

Desfasamiento competitivo.

Desfasamiento competitivo.

– Javier Corral Jurado

En Chihuahua, Almacén de Tempestades y laboratorio político de cambios democráticos fundamentales para México, propuse la semana pasada abrir a la ciudadanía el proceso de selección del candidato a Gobernador del PAN para las elecciones del 2004. Lo propongo mucho más desde mi perspectiva de militante panista y ciudadano, que desde la posición de precandidato en la que varios sectores en Chihuahua me han señalado.

Es una propuesta sincera y con el profundo ánimo de contribuir a lograr una posición altamente competitiva para el PAN, en esa que será una dura jornada electoral, dada las condiciones de retroceso político y regresión autoritaria que se vive en mi Estado, y en el que la complicidad de algunos medios de comunicación es uno de sus peores rostros. . Al partido y a la opinión publica de Chihuahua he formulado el planteamiento de ampliar la base de participación ciudadana en una de nuestras decisiones fundamentales: la elección de nuestros candidatos. Es tarde para hacerlo con quienes aspiran a ser candidatos a diputados federales; pero en el caso de la gubernatura que se renueva en octubre del 2004 hay tiempo para pensarla, discutirla e incluso llevar a cabo los ajustes reglamentarios que sean necesarios. Antes de que avancen más las campañas reales pero informales.

No pienso lo mismo para la elección de nuestros dirigentes partidistas, consejeros estatales o nacionales. Pienso que en esos casos el derecho debe ser ejercido de manera exclusiva por quienes tienen la condición de militantes del partido. El que no tiene compromisos y obligaciones con la institución partidaria, no tiene derecho de decidir quien nos debe presidir. Pero en el caso de una candidatura a gobernar un Estado como Chihuahua, ampliar esa participación, es un asunto de estrategia democrática y táctica política-electoral fundamentales.

Para varios de nuestros dirigentes y un considerable número de panistas, no es novedad esta propuesta que defiendo; la he expuesto en el seno del Consejo Nacional del PAN en dos diferentes momentos, y de manera precisa en la sesión de ese órgano que se reunió para aprobar el proyecto de reforma a los estatutos, presentado a la asamblea nacional el año antepasado. Mis formulaciones teóricas y algunas demostraciones prácticas sobre nuestro desfasamiento competitivo en relación con otros partidos no tuvieron éxito, y aunque personajes importantes hablaron a favor de ello, el Consejo Nacional mantuvo limitado a nuestros miembros activos esa facultad electoral. Recuerdo que los chihuahuenses que somos miembros de ese órgano partidarios estuvimos todos a favor de la elección abierta de candidatos.

En esa misma sesión y luego en la Asamblea Nacional de Querétaro, me opuse a la decisión de hacer de la presentación de un examen y de su aprobación, un requisito sine qua non para poder registrarse como precandidato a cualquier cargo partidista o de elección popular. Pensada desde la más inútil burocracia partidista en la tarea de la capacitación, esa medida ha echado prácticamente de todas las renovaciones de nuestros Consejos a los viejos panistas, pilares en la custodia de las mejores tradiciones del PAN pero, por muchas razones, inhabilitados para presentar a estas alturas de la vida un examen que según algunos de sus ínclitos desaprobados, está más en la idea de seleccionar un maestro de matemáticas que un perfil de legislador o de consejero. Quizá logremos tener un Consejo de notables o de sabios del cálculo infinitesimal, pero la mística y la ética de los atinados consejos que durante muchos años nos han dado los viejos panistas se irán perdiendo. No hay que dudar tampoco que entre nuestros próximos candidatos a diputados contemos con algunos “nerds”, aunque en el camino se hayan quedado líderes de gran calibre social y magnetismo personal.

En esas, mis dos principales posturas en la reforma estatutaria, resumí una reflexión largamente pensada sobre lo que tendríamos que hacer para mantener al PAN fiel a su origen doctrinal y programático, y a la vez ofrecerlo como una institución abierta al tiempo y al cambio en su operación y participación electoral. Si nos mantenemos cohesionados en torno a nuestra identidad, no correremos riesgos de peligro si involucramos a los ciudadanos a seleccionar de entre nuestros precandidatos finalistas al candidato a Gobernador. Tomarlos en cuenta desde ese momento está siendo uno de los puntos clave de la reconstitución priísta en algunas elecciones locales.

La propuesta que acabo de atisbar en Chihuahua es una fórmula que combina ese derecho de militantes (cerca de 25, 000 afiliados) para escoger a sus candidatos, con el aval social de colaboradores, simpatizantes, seguidores y ciudadanos en general, que sin pertenecer a partido alguno se orientan más por las personas en su decisión electoral (casi medio millón de personas).

Se trata de mantener vigente el actual procedimiento estatutario hasta la primera ronda de votación directa, que por primera vez tendrán los militantes del partido en cada uno de los municipios de Chihuahua y en la segunda ronda, que contempla el mismo ordenamiento a realizarse simultáneamente en ese acto mediante la expedición de dos boletas, abrirla a todos los ciudadanos con credencial de elector para escoger entre los dos precandidatos que hayan obtenido las más altas votaciones internas, siempre y cuando nadie haya obtenido lo que en el PAN se conocía como la mayoría calificada del sesenta y seis por ciento. En el caso en que sólo dos aspirantes se registraran, la elección sería externa desde el inicio.

En Nuevo León y Sonora, nuestros candidatos Mauricio Fernández Garza y Ramón Corral Avila, han tenido que remontar con mucho esfuerzo ese desfasamiento competitivo de emerger de procesos internos con niveles de participación directa muy estrecha, frente a los candidatos del PRI, que de entrada suman a su proceso de selección a cientos de miles de simpatizantes.

La propuesta busca además cuidar a Acción Nacional de las alianzas indebidas, que para la segunda vuelta se pactan entre grupos internos que acuerdan propósitos a veces inconfesables, y se sobreponen a los intereses generales del partido y la población.