Written by Rotafolio

Informe y Congreso: Sentidos opuestos

Informe y Congreso: Sentidos opuestos

– Javier Corral Jurado

2 de septiembre de 2002

En medio de un Congreso de la Unión, que minutos antes había protagonizado el más grotesco diálogo de sordos, con las más diferenciadas visiones de la realidad nacional y sus retos, sin aproximaciones siquiera de coyuntura y con piezas oratorias tan rudimentarias como anticuadas y demagógicas, el Presidente de la República Vicente Fox tuvo el acierto de dirigir un discurso equilibrado, con mucho mayor apego que antes a una formalidad que sin acartonamientos, dio seriedad al lenguaje oficial y colocó su balance dentro de la objetividad y la autocrítica, datos infrecuentes en la historia de esa ceremonia que colocó la adulación al jefe del ejecutivo como el motivo de su reunión y en la que éste pintaba “Alicia en el país de las maravillas”.

Cuando el Presidente de la República se reconoció como el primer insatisfecho de las metas y los compromisos contraídos, los legisladores de Acción Nacional aplaudimos. En reconocimiento a un gesto de honestidad y de autocrítica que mucho ha de servir para rectificar y corregir ciertas políticas y actitudes de su administración que ciertamente no nos satisfacen. Lo lamentable es que ese hecho no tendrá la relevancia en el análisis, pues en un ambiente mediático tan pervertido como el que vivimos, en el que paradójicamente las buenas noticias sólo son las malas noticias y no se destaca al que dice cosas, sino al que critica y al que confronta. Estoy casi cierto que de utilizarse será sólo para apuntalar la tesis de que el propio Presidente admite “su fracaso”. Lo cierto es que Fox inició en este Segundo informe el desmantelamiento de una rutina de autocomplacencia a una verdadera de rendición de cuentas y de información.

Tenemos datos duros de avances innegables. Cifras sin precedentes en el combate a la corrupción y la recuperación de 9 mil millones de pesos, por virtud de auditorías y sanciones. 23 delincuentes detenidos diariamente en un combate frontal al narcotráfico. La inflación baja y la inversión aumenta. El costo de riesgo país disminuye; el ahorro presupuestal – “cambio silencioso” – llega a 18 mil millones de pesos. Somos la novena economía en el mundo, resistiendo con finanzas sanas el deterioro internacional que afectó a otros países de manera trágica. Sólo apuntes para el ejercicio que de manera más amplia y pormenorizada deberá realizar el Congreso, pero al fin de cuentas, signos positivos de avance en la promesa de cambio.

Los signos azarosos se dan, lamentablemente, en la esfera del Congreso. Por eso, Fox no ha perdido la ocasión para llamar a los legisladores a concurrir a la hora de los acuerdos y hacer llegar la etapa del entendimiento. Difícil llamado en un Congreso que no ha tenido – no la capacidad, que sí la tiene- sino la generosidad, sobre todo en la Cámara de los Diputados, para ponerse de acuerdo en designar a una nueva Mesa Directiva y en donde se puso como centro de la disputa el protagonismo personal para realizar el acto más presidencialista que hasta hoy conserva el Congreso, como es la respuesta al informe. Ese acto se ha convertido en uno de los peores homenajes que el Congreso rinde a la cultura presidencial, pues la pelea por esos quince minutos delante del hombre del poder y en la gloria de la televisión, descalifica las importantísimas funciones que en el resto del año tiene el Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de los Diputados.

Es, ciertamente, un signo ominoso para el Congreso Mexicano la reelección del PRI en la Mesa Directiva y el hecho de haber contestado el Informe Presidencial, en forma consecutiva la misma persona. Enviarle al país ese mensaje de que entre quinientos integrantes de una Cámara no hubo otro que pudiera cumplir con ese encargo, es desalentador. Ya podrá sumar a su biografía personal, la diputada Beatriz Paredes, el récord en respuestas a informes, pero también deberá estar consciente que ese hecho enmarca un acto ignominioso al conjunto congresional al haberse antepuesto intereses parciales a los del pluralismo político y llegar a ese momento por virtud de una previsión legal, pensada para momentos de conflicto verdadero y no para los fríos cálculos de una habilidad política que llevó las cosas a esa hipótesis jurídica.

Ese hecho retrata, como ninguno, la complejidad y el ambiente denso en el que habrá de procesarse el llamado presidencial a distinguir la competencia electoral de la agenda estructural del país; en el Congreso Mexicano una cosa son los dichos parlamentarios y otra los hechos legislativos. También, por eso, no es conveniente asociar a su tradicional radicalismo, la salida de legisladores perredistas del recinto parlamentario, ya que es necesario escucharnos todos.

Obviamente, no estoy de acuerdo con el argumento central que expresa el PRD en torno a este asunto, pues refuerza el carácter partidario que a esa posición le hemos impreso todos los que en turno plural desde 1997 hemos presidido la ceremonia del primero de septiembre – como partidos me refiero – y ya no se diga lo que el PRI hacía antes de esa fecha. Se trata de un cargo de representación institucional al que no se pueden llevar consigo todas las filias o las fobias partidarias. Se podrá acusar mi argumento de vituperio, pero hasta ahora quien mejor ha realizado esa labor, en los estrechos márgenes de lo institucional y lo partidario, es el Diputado Ricardo García Cervantes.

Si es la hora de los acuerdos, como el Presidente de la República lo pidió en su informe, al llamar a la “cooperación democrática” reconociendo que necesita al Congreso para que todos le demos una oportunidad a la democracia, éstos tendrán en los próximos días su mejor oportunidad de inicio, desde la base misma en que se organiza el trabajo en el Poder Legislativo. Nadie duda que nos urge esa etapa de entendimiento y mesurar la descalificación permanente y el espíritu de confrontación que no hace más independiente ni autónomo al Congreso, frente al Ejecutivo.

Cuando se abusa de la crítica o ésta se convierte en sistemática, pierde su misión esencial que es la de ayudar a rectificar y corregir rumbo y visión frente a los problemas del país. En su tono conciliador, en el reconocimiento de deficiencias, dificultades, resistencias y avances indiscutibles del cambio, no hay duda de que el Presidente de la República ha estado a la altura de las circunstancias y por ello resulta también superior su actuación, en medio de un Congreso dividido, que no es capaz de encontrarse a si mismo.