Elogio al equilibrio

Elogio al equilibrio

Desde el 5 de noviembre hemos visto a varios líderes políticos perder el sentido de equilibrio. La aceleración y gravitación en torno al efecto Trump han provocado mareas y náuseas a lo largo del continente. Caídas dramáticas de quienes se creían funámbulos y apenas pudieron jugar a la Rayuela. Ahí están, varios metros debajo de la cuerda de altura, el líder canadiense y el presidente colombiano. ¡Auxilio! La camilla, por favor.

El primero fue a coquetear con el bully apenas comenzar el recreo. Trudeau pensó que si comían juntos el lunch y hablaban pestes del vecino mexicano se volverían compadres. Trump olfateó debilidad. Y la debilidad no es amiga de la política. Sin pértiga de la cual equilibrarse, Trudeau acabó la tarde siendo un meme y el año expulsado de la escuela. Bien merecido.

Mismo derrotero sufrió Petro, aunque por motivos diferentes. El presidente de Colombia hizo otros cálculos. Pensó que mayor inercia en el salto y un centro de gravedad más alto lo llevarían a cruzar la cuerda sin caerse. Bastó un poco de viento para mostrar su impericia. La diplomacia no se hace a tuitazos. Ni los domingos por la tarde cuando saboreas la última cucharada de postre. El estruendo del trancazo lo escuchamos todos en tiempo real.

Ante la sumisión de Trudeau y la verborrea de Petro, el equilibrio de Sheinbaum. La Presidenta mantiene el centro de la masa sobre la base de apoyo. Igual que durante la campaña, Sheinbaum ha logrado disciplinarse para no caer ni una vez del trapecio. En la campaña no cometió error alguno; está entrenada para no cometerlo ahora.

En los primeros diez días de la Presidencia de Trump, Sheinbaum ha mostrado que hay espacio entre los extremos. La Presidenta persigue una tercera vía. Entiende que su acto circense requiere menos capacidad física y mayor fortaleza mental. La tiene. Le sobra. Los años en el ballet no se olvidan fácil.

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Cuentan los libros que, a mediados del siglo XIX, algunos trapecistas llegaron a volar debajo de globos aerostáticos. En 1872, Susan Adeline Stuart, conocida como Leona Dare, actuó en Indianápolis suspendida de un globo aerostático al tiempo que elevaba del suelo a su marido mientras lo sujetaba por la cintura con sus dientes. Algunas fuentes indican que logró realizar acrobacias a mil metros de altura.

Aunque su desafío no es menor, Sheinbaum no necesita convertirse en Leona Dare. Su fortaleza no está en el espectáculo, sino en el sosiego. La Presidenta no persigue la exhibición. Lo suyo no es la voltereta, el arco, las referencias a Gaitán o la transfiguración presidencial de Aureliano Buendía. Lo suyo es la "cabeza fría". Ahí es donde ella domina.

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El más reciente libro de Angela Merkel, Libertad, tiene más de 700 páginas. Es una biografía llena de sabios consejos. Rescato un pasaje que viene a cuento.

Corría el mes de febrero de 2003. Merkel era líder de la Unión Demócrata Cristiana y, por tanto, antagonista del gobierno socialdemócrata de Gerhard Schröder. Los alemanes se debatían en si respaldar o no la invasión estadounidense a Irak. En una decisión que lo enaltece, Schröder decidió no hacerlo.

Merkel, todavía en su papel de opositora, decidió enfrentarlo y publicar un artículo crítico en The Washington Post. Lo tituló "Schroeder doesn’t speak for all Germans". Aunque mantenía dudas sobre la guerra, buscaba desmarcarse de la decisión del canciller. Pretendía arañar con un artículo internacional lo que no podía ganar en el Parlamento.

Más de veinte años después, en Libertad, Merkel reconoce que la publicación de ese texto fue uno de los errores más grandes de su carrera política. No tanto por el juicio en torno a la guerra (que también), sino por el atrevimiento de "atacar frontalmente" a su propio gobierno en la arena internacional. Años de hacer política le enseñaron que las diferencias internas no debían tratarse en suelo extranjero. Le faltó equilibrio.

Ojalá nuestros legisladores aprendieran la lección. Tanto opositores como radicales han visto en el efecto Trump una forma de pescar a río revuelto. Diminutos, como son, han regateado la pérgola a Sheinbaum y apostado por la estridencia. A ellos recomiendo el libro de Merkel. Nunca es tarde para recuperar el equilibrio. Hasta las aguamalas vuelven a su propio eje luego de voltearse de cabeza.

@perezricart

Fuente: https://www.reforma.com/elogio-al-equilibrio-2025-01-30/op286450

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